sábado, 23 de octubre de 2010

la oveja de peluche

Me siento en uno de los sofás de la sala de recepción. Una niña juega con una especie de carro de plástico sobre el cual deposita un peluche de oveja que recorre alrededor de ella, bip-bip-bip, dice haciéndolo chocar con los pies de la madre, sólo entonces me distrae y soy consciente de ella. Conversa con su mamá, se queja de que nunca juega con ella y le cuenta sus cálculos, si trabajara un día menos podría tener tiempo para jugar juntas. La mamá dice que no trabaja tanto, sólo las mañanas y que si juegan juntas durante la tarde. (Son las 18.34pm). Continuo absorto en mi trabajo, tengo que entregar un informe en dos días y aún no llevo ni la mitad, no sé si logre terminarlo, en realidad si, sé que mañana trabajaré hasta tarde, incluso pasaré de largo si es necesario y lo entregaré media hora tarde, ni más ni menos. Bip-bip-bip escucho nuevamente. Levanto mi mirada, la mamá trabaja en su notebook (me habrá copiado?), antes la escuche hablando por celular, le decía a alguien que se apurara –en unos trámites al parecer- ya que la cuenta seguía corriendo.
No quiero tener hijos, aún no, al menos no antes de que tenga cierta estabilidad.
A ratos la madre sonríe a su hija, le muestra algunos peluches, mira-mira, le dice agitando un peluche con su mano, a ratos la niña mira a su madre, se pone detrás de ella, con el codo apoyado sobre el sofá, las manos sosteniendo su cabeza, la mirada gacha, se queda ahí, mirando la pantalla del notebook, imitando a su madre que también sostiene su cara de preocupada con su mano. La niña se cansa, vuelve a tirarse sobre la alfombra y abraza a la oveja de peluche, tararea una canción (no sé cuál es), la madre sigue absorta, inmutable, haciendo pequeños gestos de insight, de preocupación, de decepción, cálculos, la mano baja al teclado y sube a su pera una y otra vez. La niña, a ratos, permanece con la mirada inmutable, mirando a lo lejos, como si mirará algo que ni yo, ni la madre ni nadie de los que está en esta sala puede ver.

domingo, 26 de septiembre de 2010

··· vuelves ···

vuelves,
vuelves por los aires
atravensado los mares
desde tierras distantes

vuelves,
desde zonas subterraneas
de mi propia inocencia
que se escabullo en tu partida

y es que,
regresas triunfante
y levantas las aguas
de mis tripas agobiantes

te pido que esta vez,
no me canses
con tu mirada inquisidora
y tu voz rimbombante


Mejor me escapo,

corro, corro y corro
de prisa, con mayor prisa
y es que no quiero ser presa
de tus besos y mordiscos

y así quizás,
algún día
pueda olvidarte
u olvidarme...

corro, corro y corro
corro de miedo,
miedo de perderte...
miedo de perderme...

jueves, 27 de mayo de 2010

camino a los columpios


Caminamos al parque, los tres, tomados de la mano. Macarena se sostiene alzando sus manos a cada uno de nosotros y levantando los pies en las esquinas para pasar la vereda colgando de nuestros brazos. Me encanta cuando lanza sus piernas hacia delante y su cabeza hacia atrás mostrándonos su rostro sonriente y sus grandes ojos brillantes flotando en el aire y dejándose sostener con esa confianza que le permite entregarse plenamente. Tras un par de cuadras y sonrisas, llegamos al viejo Parque Cívico de la ciudad limitado por dos pequeñas edificaciones de piedras grandes y pesadas, seguramente traídas y colocadas por indígenas hace ya casi 500 años atrás. “Ahí ta, ahí ta” grita al acércanos a la esquina y forcejea para soltarse de su madre y apuntar con el dedo hacia los juegos que la esperan, hasta lograr salir corriendo a los columpios.

Cada vez que vengo, me sorprendo con las nuevas palabras y movimientos que va agregando a su repertorio para salir a los escenarios. Ya han pasado casi dos años desde su nacimiento, y un poco más desde que perdió a su tía que no alcanzo a conocer y se llevo su taza con ella. Aún no me dice tío, pero siento que cada vez le cuesta menos acostumbrarse a mí en mis visitas mensuales. Me gustaría venir más o incluso venirme a vivir con ellas, quien sabe, quizás el próximo año cuando termine mí actual trabajo pueda postular a alguno por acá y llenar mi vida y mis días de sorpresas y nuevas vidas.

miércoles, 19 de mayo de 2010

··· despegue ···


Me siento en la terraza, en una silla mecedora de madera, herencia de mi abuela. Coloco algunos libros sobre la mesa de vidrio y el notebook entre mis piernas. Es la primera vez que salgo a tomar algo de aire tras cuatro días de gripe. Me pregunto como es que justo ahora, en el momento más inoportuno, mi cuerpo me traiciona e inmoviliza postrándome en cama. Al menos he podido dedicarme a leer bastante y ver algunas películas que tenía pendientes en los ratos que me ha bajado la fiebre. Escribo bajo techo, alzo la mirada y me detengo a mirar los gorriones en el pasto al costado del sector cubierto por las hojas secas de los castaños. Un suave soplo de viento entra de frente por lo que subo el cierre de mi poleron de polar hasta hundir mi mentón en su interior y morder el ganchito con mis labios para cubrir todo mi cuello y así no volver a resfriarme.

Hace ya varias semanas que cerré mi blog anterior y gracias a los mails que llegaron preguntando qué pasó y a mi obsesión por escribir, he decidido volver a abrir uno nuevo. El anterior estaba demasiado cargado de fantasmas, ausencias y pasados, pasados demasiado pesados para seguir escribiendo en el.

Hoy me levanto y vuelvo a escribir, en esta terraza que ya no es la misma, en este nuevo escenario en que todo ha cambiado, salvo por el viento que permanece intacto, salvo por las olas que van y vienen; o quizás si, quizás ya no sea el mismo viento ni las mismas olas. Es por eso que escribo, escribo para volver y es que escribiendo vuelvo a sentir, vuelvo a replegarme para luego partir, cerrar la pantalla y despegar junto a los gorriones que surcan el invierno.

Caminante.